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¿Cómo puedo comenzar a practicar el Zen si soy principiante?

Principiante Zen
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El primer paso: ¡Relájate!

Lo primero que necesitas saber es que el Zen no es un club exclusivo para iluminados. No necesitas ser un maestro de meditación que se sienta en la posición de loto durante horas sin moverse. De hecho, cuando yo comencé a practicar Zen, el mayor desafío era evitar que se me durmieran las piernas antes de que mi mente encontrara algo de paz. Spoiler: la mente tardó un poco más en calmarse.

Si eres principiante, lo más importante es que te relajes. El Zen es más sobre dejar de lado las expectativas y disfrutar del proceso, así que no te preocupes si no alcanzas la iluminación en tu primer intento (o en tu décimo, no juzgamos aquí).

Encuentra tu lugar zen (y cómodo)

Antes de lanzarte de cabeza en una maratón de meditación, necesitas un lugar cómodo para sentarte. No te preocupes, no necesitas una cueva en la montaña o un monasterio remoto. Tu sala de estar funciona perfectamente. Encuentra un rincón tranquilo, donde no te interrumpa el timbre, el teléfono o el gato exigiendo atención en el momento menos zen posible (¡me ha pasado!).

Un cojín cómodo, también conocido como zafu, es ideal, pero si no tienes uno, no pasa nada. Usa una almohada, una manta doblada o incluso una silla si te resulta difícil sentarte en el suelo. Lo importante es que estés cómodo, pero no tan cómodo como para quedarte dormido (aunque, si te pasa, no serías el primero).

El arte de sentarse: postura sin pretensiones

Una vez que hayas encontrado tu lugar, el siguiente paso es simplemente sentarte. Sí, así de sencillo. En el Zen, la postura es importante, pero no es necesario que te contorsiones como un maestro de yoga para hacerlo bien. La posición de loto o medio loto (si puedes, claro) es la más tradicional, pero si prefieres, siéntate con las piernas cruzadas o en una silla con los pies bien apoyados en el suelo.

Lo esencial es mantener la espalda recta, el mentón ligeramente inclinado hacia abajo y las manos descansando en el regazo. El objetivo es estar lo suficientemente relajado como para no sentir que estás en una clase de pilates, pero lo suficientemente firme como para no parecer que estás en el sofá viendo una maratón de series.

La respiración: tu nuevo mejor amigo

Aquí viene lo importante: la respiración. No te preocupes, no hay técnicas complejas ni debes aprender a respirar de una forma mística. Solo se trata de observar tu respiración. Sí, tan simple como eso. Inhala, exhala, repite.

Cuando empecé, me sorprendió lo difícil que era no pensar en mil cosas mientras respiraba. Mi mente iba de “¿qué cenaré esta noche?” a “¿pagué esa factura?”, y finalmente a “¿por qué estoy pensando en pagar facturas mientras intento ser zen?”. Pero ese es el truco: cuando te distraigas (y lo harás, porque todos lo hacemos), simplemente vuelve a enfocarte en tu respiración. Inhala. Exhala. Repite.

La mente de mono: tu compañero inevitable

Durante la práctica, te darás cuenta de algo llamado “mente de mono”, que es cuando tu cerebro salta de un pensamiento a otro sin parar, como un mono hiperactivo en una selva de distracciones. ¡Y eso está bien! No estás fallando en el Zen, simplemente estás experimentando lo que todos los principiantes (y muchos no tan principiantes) enfrentan. La clave es no frustrarse.

¿Qué hacer cuando tu mente se distrae? Observa el pensamiento, sonríe (si puedes), y vuelve a concentrarte en tu respiración. En lugar de luchar contra la mente de mono, aprende a sentarte y ver cómo hace sus travesuras, hasta que finalmente se calme.

La práctica perfecta: ¡sin perfección!

Si algo he aprendido en mis años de práctica es que no existe la meditación perfecta. A veces, tendrás sesiones donde sientes que tu mente está tan tranquila como un lago en calma. Otras veces, sentirás que tu cerebro es un huracán. Y ambas experiencias son completamente válidas.

Comienza con pequeñas sesiones de meditación: 5 a 10 minutos es más que suficiente al principio. No te pongas la presión de hacer largas sesiones desde el inicio. La clave del Zen no está en la cantidad de tiempo que meditas, sino en la calidad del tiempo que pasas observando tu mente.

El Zen en tu vida cotidiana

¿La mejor parte de practicar Zen? No solo ocurre cuando estás sentado en el cojín meditando. El Zen puede integrarse en tu día a día. Puedes aplicar sus principios mientras lavas los platos, caminas al trabajo o incluso cuando te tomas un café. ¿Cómo? Simplemente estando presente en lo que haces, sin dejar que tu mente divague demasiado en el pasado o el futuro.

Recuerda, el Zen no es algo reservado para los monasterios. Es para ti, para mí, para cualquiera que quiera encontrar un poco de paz en medio del caos cotidiano. Y créeme, una vez que empiezas, te das cuenta de que esa paz ha estado ahí todo el tiempo, solo necesitabas parar y observarla.

Otras preguntas frecuentes

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